Escocia, tierra de brumas

Llegada a Escocia

Llegó al fin el día 21 de mayo, fecha fijada para el comienzo de nuestro viaje a Escocia. Tras viarias horas en el aeropuerto de Schiphol, tiempo en el que nos escanearon el equipaje de mano, el cuerpo entero, nos cachearon de arriba abajo a todas y cada una de las personas en la puerta de embarque y nos revisaron el pasaporte media docena de veces, conseguimos al fin embutirnos milagrosamente en el avión y llegar sanos y salvos al pequeño aeropuerto de Edimburgo.
Horas más tarde recibíamos allí mismo a nuestros amigos, procedentes de Madrid, y tras alquilar un coche nos dirigimos a Carriden House, una mansión del siglo XVII transformada en Bed & Breakfast que nos esperaba a una media hora del aeropuerto. Después de una cena en el pueblo vecino de Linlithgow nos retiramos a nuestros “aposentos” para recargar fuerzas y empezar con energía nuestra semana en la tierra de las brumas.





Primera jornada. Un poco de historia

No fue bruma sino un sol esplendoroso lo que encontramos en la mañana de nuestro primer día de ruta, lo que nos vino muy bien de cara a las vistas de las que disfrutaríamos ese día. El lugar elegido para comenzar la ruta fue Stirling, ciudad estrechamente relacionada con el legendario William Wallace, para ir entrando en situación.

Cementerio de Stirling

Stirling es una bella ciudad en sí misma, al margen de monumentos e historia, y está llena de rincones interesantes que salen al paso con tan solo subir calle arriba hacia el castillo. El cementerio de la Holy Rude Church fue uno de los escenarios que más nos llamó la atención, con sus colinas silenciosas repletas de cruces celtas, ángeles de piedra y espadas cinceladas, supuso un paseo relajado justo antes de llegar al castillo.

En la explanada de la gran fortificación se encuentra la estatua de Robert de Bruce, primer rey de la nación escocesa como tal y considerado verdadero héroe nacional; al contrario de lo que muestra la película “Braveheart”, Robert I probablemente no llegó siquiera a conocer a William Wallace (cuanto menos a traicionarlo) y fue él quien, tras derrotar a los ingleses en Bannockburn, logró el reconocimiento de Escocia como país independiente.

Robert de Bruce
 
El castillo, situado en lo alto de una falla de origen volcánico, es el más importante de Escocia debido a su posición privilegiada, que ha contemplado algunas de las más importantes batallas (como las de Stirling Bridge o Bannockburn) Su origen no está claro, los expertos apuntan a los siglos VIII y XI como posible inicio de su construcción, y ha experimentado numerosas remodelaciones en distintos estilos.

Stirling bridge

A las afueras de la ciudad encontramos el puente que conmemora la batalla de Stirling Bridge, en que William Wallace y sus hombres derrotaron a 600 caballeros y 25.000 soldados de infantería ingleses (siendo los escoceses 150 caballeros y 7.000 infantes) Del puente original del siglo XIII solo quedan los cimientos, pero en su lugar este encanto de piedra construido en el año 1500 nos recuerda un pedacito de la historia del país y la valentía de los soldados escoceses.

La siguiente escala fue el monumento a William Wallace, una enorme torre en la cima de Abbey Craig, cerca de Stirling. El tremendo ascenso colina arriba nos dejó sin aliento para subir, además, los 246 escalones de la impresionante torre de 70 metros de alto, pero disfrutamos de unas vistas magníficas sobre la región.

Monumento a William Wallace

 Después de almorzar marchamos hacia la costa Este y nos detuvimos en St. Andrews, una localidad con mucho encanto y un animado ambiente universitario (aquí se encuentra la primera universidad del país) St. Andrews es una de las ciudades más antiguas de Escocia (sus primeros habitantes fueron los pictos) y alberga una catedral del siglo XII (en su época la más grande del país) ya derruída pero aún digna de ser visitada y admirada.

En St. Andrews visitamos también su castillo al borde del Mar del Norte –una fortaleza del siglo XIII que lamentablemente encontramos cerrada y rodeada de andamios y vayas–, y la Parish Church of the Holy Trinity, una iglesia cuyos orígenes se remontan a 1163 y que actualmente sirve también como museo de la ciudad.

De izqda. a dcha. el castillo, la catedral y el iglesia Holy Trinity en St. Andrews

Como nota curiosa, apuntar que en la playa de St. Andrews se rodaron las famosas escenas de “Carros de Fuego” en 1981.


Segunda jornada: En contacto con la Naturaleza

Comenzamos la ruta de nuestra segunda jornada (tercer día en Escocia) en la pequeña localidad de Callander, considerada el mejor lugar para descubrir la zona de los Trossachs, una de las cadenas montañosas del primer parque nacional de Escocia. De camino hacia nuestra próxima escala nos paramos a contemplar el Loch Lubnaig, uno de los muchos e impresionantes lagos de la zona.


Llegamos a la iglesia de Balquhidder, en cuyo cementerio encontramos la tumba de Robert McGregor, más conocido como el héroe escocés Rob Roy, inmortalizado (y engrandecido) por la pluma de Daniel Defoe primero y después de Sir Walter Scott.

Tumba de Robert McGregor (Bob Roy)

Aunque no hubo forma de encontrar las cataratas de Leny, donde confluyen los ríos Leny y Teith, sí conseguimos llegar al Loch Katrine, que no nos defraudó, no en vano sus aguas fueron fuente de inspiración de Walter Scott, uno de los escritores más importantes de Escocia. Sus aguas tranquilas bañan las orillas boscosas como si nada ni nadie pudiera inquietar sus superficie, ni siquiera el barco cargado de turistas que lo recorre durante todo el día. Nosotros, más inclinados al paseo tranquilo que a las aglomeraciones turísticas, caminamos a lo largo de sus orillas hasta la hora de almorzar y después proseguimos hacia el lago Menteith, más pequeño pero también singular.

Loch Katrine

Este lago cobija entre sus aguas una pequeña isla llamada Inchmahome; la isla y sus restos de un antiguo priorato nos regalaron una de las tardes más agradables, mágicas y apacibles de nuestro viaje. El monasterio, fundado en 1238 y ahora en ruinas, albergó a una comunidad de monjes agustinos. Visitado por Robert de Bruce y más tarde por Robert II, albergó además durante un tiempo a Mary Stuart, que a sus cuatro años tuvo que ocultarse allí durante la guerra anglo-escocesa.

Monasterio en Menteith - Inchmahome

Isla de Inchmahome

Tras un paseo por la isla y unas horas de apacible y casi completa soledad, decidimos terminar las visitas del día y quedarnos con la paz que las piedras centenarias nos habían transmitido, hasta el día siguiente.


Tercera jornada: Visita a la city

La ciudad de Edimburgo tiene tanto para ver que un día no es suficiente para hacer un recorrido completo, pero ya que un día era todo lo que teníamos para dedicarle, decidimos ir a por lo más destacado, sin olvidar empaparnos del encanto de sus calles mientras recorríamos tranquilamente la famosa Royal Mile. La Milla Real es la calle más famosa de Edimburgo, atraviesa la ciudad de Oeste a Este desde el castillo hasta el palacio de Holyroodhouse. Su longitud (1814,2m) da origen a la poco conocida “milla escocesa”.


Iniciamos pues nuestro recorrido en la explanada del castillo, que lamentablemente encontramos no solo inundada de turistas madrugadores sino también de andamios, grúas y trabajadores que se afanaban en construir una monstruosidad espectacular frente a la antigua fortaleza que corona Castell Hill. Es aquí donde nació la ciudad, la parte más antigua, esta explanada ha visto desarrollarse todo tipo de acontecimientos, entre ellos la quema de numerosas “brujas”.

Bajando por High Street, encontramos la catedral de Sant Giles en Parliament Square. Erigida sobre un antiguo santuario del siglo IX, fue objeto de continuas remodelaciones y hoy día se aprecian los distintos estilos de diferentes épocas como en un extraño mosaico multitemporal.

Abandonamos un momento la Royal Mile para desviarnos hacia West Princess Street Gardens, al otro lado del río, donde se alza el impresionante monumento a Sir Walter Scott. Inaugurado en 1846, con sus 61m de altura y su color ennegrecido no deja a nadie indiferente; el coloso repleto de personajes de las novelas de Scott tiende al cielo con su belleza siniestra, cobijando en su centro la blanca estatua del escritor. Aunque no llegamos a subir sus 287 escalones, sí disfrutamos del ambiente distendido de sus jardines, donde los paseantes se tumban en la hierba, se sientan en los bancos o se apoyan en la baranda para contemplar el curso del Leith.

Mmto. Walter Scott
 

De vuelta en la Royal Mile, paramos para comer algo antes de continuar hacia el palacio, no sin antes echar un vistazo algunos de los “closes”, cajellones a veces siniestros pero en su mayoría encantadores, que salen al paso de la milla. Quizá el más famolso sea el Mary King´s close, donde se dice que el fantasma de la pequeña Mary mora (y se escucha) desde antiguo; entramos con curiosidad morbosa para encontrar un restaurante que taponaba el close y que condicionaba, previo pago, la entrada al famoso callejón. Preferimos probar con algunos de los otros 59 closes de paso gratuito que de los 300 originales se conservan en estado transitable.

 

A pesar de haber renunciado a los múltiples museos de la ciudad, al jardín botánico, a Gladstone´s Land (la casa más típica de Edimburgo, con más de 400 años) y a desviarnos por el puente George IV para visitar la estatua de Bobby, el perro que pasó 14 años junto a la tumba de su amo, encontramos el Palacio de Holyroodhouse cerrado y solo pudimos contemplar su fachada a través de las rejas de la enorme cancela que guarda la propiedad.

Palacio Holyroodhouse

Bajar la milla había sido un agradable paseo con paradas en tiendas de recuerdos y monumentos, pero la subida de vuelta se convirtió, ya cansados como estábamos, un tedioso ascenso. Para reponernos de la caminata y dejar los aires de la ciudad, decidimos terminar la tarde con una visita a Dean Village, una pequeña localidad a las afueras de Edimburgo, fundada en el siglo XII a orillas del Leith por los frailes de la abadía de Holyrood. El tranquilo paseo por sus parajes naturales, junto a las antiguas casas de piedra y sobre las aguas del Leith, nos permitió terminar el día con una sensación de paz y tranquilidad más que de cansancio.

Dean Village


Cuarta jornada: castillos y acantilados

En nuestro quinto día en Escocia partimos hacia la costa Este; allí habíamos programado la visita a varios castillos en acantilados y, a la vuelta, la entrada a Roslin Chapel, la famosa capilla de “El código da Vinci”.

Comenzando con una parada en la oficina de turismo de North Berwick y un té calentito para contrarrestar el fresco de una mañana brumosa, dimos un breve paseo por el puerto, esperamos en un mirador hasta que la bruma se disipó ante nuestros ojos para desvelarnos el faro de Roca Baja, y nos dirigimos hacia el castillo de Tantallon.

North Berwick, vista del islote de Bass Rock
 
Esta enorme fortaleza, que nos acogió durante varias maravillosas horas, fue construida en 1350 al borde del acantilado, en lo alto de un promontorio en frente de Bass Rock, mirando hacia el Firth. Su defensa, por tanto, se basa en un gran muro de seguridad que da a la tierra, ya que el resto del castillo está protegido por los acantilados.


Aunque no llegamos a ver la enigmática figura cortesana que al parecer se ha mostrado en más de una ocasión, la bajada a las mazmorras sí nos dio cierto “repelús”, y la subida a las altas torres que aún resisten el paso del tiempo supuso toda una lucha contra el vértigo.


Desde una de las alas del castillo se puede ver el Bass Rock, una peña que emerge de las aguas atlánticas completamente cubierta de gaviotas; lo que a simple vista parece ser una gran roca blanca, al observarla con un telescopio se revela todo un espectáculo de cientos de aves que cubren el islote posadas en él o volando en círculo a su alrededor.

Tras pasar parte de la mañana en el castillo y buscar un lugar donde almorzar, decidimos ir pronto a Roslin Chapel para disponer de toda la tarde en la capilla. Así que pagamos una bonita suma por entrar en la capilla para encontrarla completamente cubierta por andamios y no poder hacer fotos del interior.

Gárgola de la capilla de Roslin

La capilla de Roslin es una iglesia del siglo XV en el pueblo de Rosslyn, Midlothian, diseñada por Guillermo Sainclair, primer conde de Caithness, y construida durante 46 años para ser inaugurada en 1446. Observándola se piensa que fue diseñada como parte de algo mucho mayor, aunque su construcción se detuvo a la muerte de Guillermo Sinclair sin que sepamos cuáles eran los planes reales.

Al margen de las leyendas sobre este lugar, recorrer su interior deja una sensación de quqe algo se nos escapa, un mensaje quizá oculto entre los adornos de sus columnas peculiares, un secreto entre las extrañas figuras talladas en la piedra; salimos de la pequeña construcción sabiendo que el misterio ha quedado atrás, con todos los símbolos que llenan la capilla, y que nunca llegaremos a descifrar sus hermosos trazos.

Con esta sensación abandonamos Roslin, camino de Carriden House. Como aún quedaba mucha luz hicimos una última parada en Linlithgow para visitar el castillo de Blackness, una robusta fortaleza del siglo XV que, tras servir de prisión en varias ocasiones, ha acabado como parte del archivo histórico de Escocia.


Debido a su forma larga y estrecha se le ha llamado “the ship that never sailed” (la nave que nunca zarpó), a sus torres norte y sur se les denomina “stem” (proa) y “stern” (popa) y la torre central se conoce como “the main mast” (el mástil principal). Aprovechamos pues los últimos rayos del sol de la tarde junto a esa enorme nave que nunca zarpa antes de salir a buscar un lugar donde cenar y descansar de cara a nuestro último día de ruta en Escocia.


Quinta jornada: una ciudad común y el palacio Scone

Edimburgo es la ciudad que todo el mundo conoce, el centro turístico de Escocia, pero queríamos también degustar el clima de una ciudad escocesa común y corriente. Para ello escogimos Perth, una encantadora ciudad a orillas del río Tay, casi en el centro del país.

Imágenes de la ciudad de Perth

En la época medieval se conocía como Saint John´s Toun y su ubicación sobre el Tay la convirtió en un centro de comercio con uno de los puertos más importantes de Escocia. Se nos reveló como una ciudad perfecta para pasear tranquilamente, con hermosas iglesias antiguas, fachadas con solera y animado ambiente en sus calles bien cuidadas.

Scone Palace, abadía y piedra del destino
Tras una breve ojeada a la catedral y una visita al Belhousie castle, decidimos pasar la tarde en el Palacio de Scone, en cuya abadía han sido coronados los reyes de Escocia hasta el siglo XIII, terminando con Alejandro II.

El Scone Palace es un ejemplo tardío de estilo georgiano, de 1808, que acoge una importante colección de porcelanas, muebles y relojes de la época; pasear por sus amplios salones, lujosas habitaciones y adornados pasillos es como viajar en el tiempo de la mano de amables figuras deseosas de contarte anécdotas e historias sobre cada pieza expuesta en la mansión.

Además de ver la réplica de la Piedra del Destino o “Piedra de Scone”, frente a la abadía (el original se encuentra en la abadía de Westminster desde 1296), es de obligado cumplimento un paseo por los amplios jardines del palacio. Tras visitar el Butterfly Garden (jardín de las mariposas) y cruzar el pinar de David Douglas, un antiguo y pequeño puentecito de piedra nos sirvió para una agradable pausa y para refrescarnos los pies en el agua cristalina del riachuelo, antes de aventurarnos en el Murray Star Maze, un laberinto diseñado por Adrian Fisher con forma de estrella de cinco puntas y cuyo centro guarda una hermosa fuente.










Jardines del Palacio de Scone


Puente en los jardines del Palacio de Scone

Fuente del laberinto

Tras la larga caminata por los jardines solo nos quedó energía (y tiempo) para volver a Carriden House, donde aprovechamos para bajar a la playa y disfrutar de la quietud y la comodidad de nuestra última tarde en la mansión.


Último día: Despedida

Después del último delicioso desayuno casero y de preparar las maletas, recorrimos por última vez la finca que nos había alojado durante nuestra estancia en Escocia, disfrutamos un poco del sol de la mañana en el jardín y, tras la sesión de fotos de rigor, nos despedimos de Barbara, la encantadora y discreta dueña del lugar.

Linlithgow, el palacio

Como aún teníamos varias horas hasta que saliera nuestro vuelo, decidimos pasar un rato en el vecino pueblo de Linlithgow y visitar su palacio, que resultó ser más un castillo que otra cosa y nos regaló unos momentos muy agradables como despedida. Rememoramos secuencias de nuestro viaje sentados frente al gran lago junto al castillo, acompañados por cisnes y todo tipo de patos, y cerramos así nuestra última visita en Escocia.

Linlithgow, el lago y sus habitantes

Ya en el avión revisé las notas que llevaba y que había ido añadiendo durante estos días, y me dije que habíamos dejado en el tintero tantas cosas interesantes que ver, que no nos quedaría más remedio que volver algún día para completar el viaje. Por esta vez y como primera aproximación a la Tierra de las Brumas, puedo decir que pasamos unos días encantadores en esta bella tierra que es Escocia.


Fauna y Flora

Los extensos y brillantes campos de jaramagos no acompañaron en todas nuestras rutas

Durante nuestra estancia en Carriden House asistimos al nacimiento de un baby Highlander en la finca vecina

La vaca, esa entrañable e inevitable criatura. Basta llamarlas para que acudan como perritos falderos :-)